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Hay que estar atentos a los lobbies. Y el hidrocarburífero en la Argentina tiene peso. Es desde allí, y desde el propio Gobierno, desde donde nacen los mensajes que hablan de Vaca Muerta como la promesa de salvación para nuestra economía (una promesa que lleva unos siete años siendo financiada por los argentinos y que pocos réditos nos ha dado).

Pero, esto no es así. Vaca Muerta no es nuestra salvación económica, y tampoco sería una frustración dejar sus recursos en el suelo. Este es un negocio sin perspectivas de crecimiento futuro y pocas en el presente.

Ya hablamos del corto y fallido intento de YPF con la exportación de gas natural licuado (GNL). Más allá de la discursiva que ello pregona, el GNL no es un mercado en el que sea fácil insertarse: los altos costos de su infraestructura (de la cual la Argentina adolece) y la baja de sus precios (que, muchas proyecciones indican, no se recuperará de un modo en que le permita a nuestro país hacer negocio con ello) es una mala combinación.

Ranking mundial de los principales países exportadores de GNL en 2018
(en miles de millones de metros cúbicos)

Fuente: Statista.

En el mundo, solo hay 20 países que cuentan con las condiciones para exportar GNL. Y los números que manejan son tan altos que, para la Argentina, convertirse en un jugador de peso no sería una tarea sencilla o, acaso, alcanzable.

Mercados, se buscan

A eso se suma que, hoy, sobra gas en el mundo. Tanto así que su quema ha subido a niveles no vistos en más de una década. Según reportó el Banco Mundial en julio, esta llegó a los 150.000 millones de metros cúbicos este año, un volumen equivalente al consumo anual total de África al sur del Sahara.

“La quema de gas, un proceso de combustión de gas natural asociado a la extracción de petróleo, se lleva a cabo debido a limitaciones técnicas, regulatorias o económicas. Genera más de 400 millones de toneladas de emisiones de dióxido de carbono equivalente por año y constituye el desperdicio de un recurso valioso, con impactos perjudiciales para el medioambiente debido a la emisión de metano no quemado y carbono negro”, explicó el organismo internacional en un comunicado.

Entonces, suponiendo que la Argentina hiciera en los próximos años todas las inversiones en infraestructura que hacen falta para hacer realidad la exportación de GNL nacional, ¿a quién le venderíamos?

Es mucho, demasiado, lo que nos falta para poder competir con Australia y Qatar, los líderes actuales del mercado, y muchos, demasiados también, los activos que podrían quedar varados o hundidos (es decir, que no valdrán nada) en pocos años. Recordemos que, para tener sentido económico, la infraestructura hidrocarburífera necesita algunas décadas de uso. Y no es eso lo que sucedería si las proyecciones actuales de demanda y recambio de matrices se concretan.

¿Sueño que crece?

¿Por qué se insiste, entonces, en sostener y enraizar que Vaca Muerta es un “sueño que crece” (tal el slogan que puede leerse por doquier en la provincia de Neuquén)? ¿Dónde está el negocio? En los subsidios que cobran las empresas. Para ellas, esto sí es un gran negocio. 

Crédito: Eduardo Carrera para PxP.

La industria tiene claro que está jugando en tiempo de descuento. Por tanto, apuesta a sacar el máximo rédito posible mientras pueda, antes de que el mundo le cierre las puertas a los hidrocarburos (o, al menos, al consumo masificado que estos han tenido desde la Revolución Industrial hasta aquí). Porque la transición hacia energías menos contaminantes no solo ya inició, sino que se está acelerando año a año, gracias a la competitividad de fuentes como la solar y la eólica en el mundo.

Las decisiones que tomemos hoy podrán sumarnos a ese tren, y hasta liderarlo —dado que la Argentina cuenta con insuperables recursos eólicos y solares, así como un potencial muy interesante para el aprovechamiento de hidrógeno—, o nos condenarán, ahora sí, a un nuevo fracaso.