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Por Marina Aizen

La incorporación de Kamala Harris a la fórmula presidencial del demócrata Joe Biden para las elecciones del 3 de noviembre es un indicio de que el cambio climático será un factor decisivo en la política y la economía de los Estados Unidos. Esto podría tener un impacto enorme tanto en dicho país como a nivel internacional. Y no sólo por las negociaciones multilaterales, siempre tan trabadas, casi siempre por Washington. También podría propiciar un cambio cultural y discursivo, que es lo que, en definitiva, nos ayuda a construir una mirada de este mundo y a actuar en consecuencia.

Ojo. Ningún político es la panacea. Y Harris tampoco lo es. Pero, si desde el poder en Washington se lograra enterrar la narrativa de que los combustibles fósiles son el símbolo de progreso, bienestar y prosperidad, habrá ocurrido algo muy importante hasta para nosotros en la Argentina. Si el discurso de la innovación le ganara a las viejas recetas del siglo XX —que son las que nos llevaron a este punto de crisis, que es casi un precipicio—, también.

Para quienes no la conocen, Harris tiene una trayectoria interesante en materia ambiental. Como Procuradora General del estado de California, su trabajo hasta hace dos años, cuando llegó al Senado de la Nación, bregó por el concepto de justicia climática, enlazando el aspecto de los derechos humanos tanto a la conversación ambiental como a la acción judicial. También investigó a las grandes compañías petroleras por mentir sobre la crisis ecológica, aunque no las demandó, como sí hicieron otros estados.

Ya en el Senado, apoyó el Green New Deal de Alexandria Ocasio-Cortez, la gran figura joven de la política de los Estados Unidos, y el año pasado, en su breve campaña a la presidencia (de la que se bajó antes de los caucus de Iowa), presentó un plan de US$ 10 billones para combatir el cambio climático. Entonces, llamó a la alteración de la atmósfera “una crisis existencial”, igual que Bernie Sanders y Elizabeth Warren (considerados el ala izquierda del partido Demócrata). Propuso alcanzar la neutralidad de emisiones para el año 2045. Y, como si fuera poco, dijo que prohibiría el fracking en tierras federales. Hace apenas unos días, presentó un proyecto de ley con Ocasio-Cortez sobre justicia climática.

Biden, que es uno de los candidatos más viejos a la presidencia, sabe que hay un nuevo fenómeno en los Estados Unidos, que es la emergencia del votante climático. No sólo eligió a Harris por su color de piel, aunque el racismo sea el tema de discusión que está atravesando a la sociedad desde el cruel asesinato de George Floyd.

La crisis del Covid-19 también ha puesto aún más de manifiesto los peligros terribles que azotan al planeta. Y los años de hostilidad de Donald Trump hacia todo lo que tuviera que ver con el clima no ha hecho otra cosa que movilizar y radicalizar a un montón de gente, sobre todo millennials y centennials. Y comprometerlos todavía más.

Muy a pesar de Trump, en los Estados Unidos se han dado enormes pasos hacia la descarbonización. Estados grandes, como California o Nueva York, han anunciado metas muy ambiciosas para llegar a cero emisiones en las próximas décadas. En Texas, que es la capital nacional del petróleo y el gas, están cerrando hoy plantas de generación térmica porque la energía eólica es más barata y tiene un factor de capacidad fenomenal. En promedio, se genera en todo el país más electricidad con renovables que con carbón, que fue la fuente histórica de combustión.

No obstante, el hecho de que Trump esté en la Casa Blanca enturbia todo eso. Su sola presencia hace más difícil dar el salto narrativo que necesitamos todos para poder reconfigurar la economía mundial y destronar para siempre a los fósiles. Su salida, sin embargo, podría constituir un verdadero cambio de época. La influencia de Washington no se puede negar. Para bien o para mal. Nos guste o reviente.

Igual, no cantemos victoria: quedan muchas cosas por delante. Si bien la fórmula Biden-Harris lleva ventajas en las encuestas, Trump está haciendo descarados intentos por boicotear la elección, tratando de dificultar el voto por correo. Tal vez, no conozcamos el resultado de las elecciones el 3 de noviembre, como sucedió en el año 2000, con los comicios que se disputaron entre George W. Bush y Al Gore. Se vienen tiempos de tensión, con un sujeto en la Casa Blanca que es inescrupuloso. Al igual que su partido.

Digamos algo más de Harris. Tiene una inteligencia fuera de serie. Y una capacidad para interpelar a su enemigo que es notable, con esa habilidad única que tienen los fiscales en los Estados Unidos, tal como hemos visto en tantas series y películas. Si ella realmente usa esa aptitud que ha demostrado en la justicia penal y en la política para defender la causa del clima, estaremos ante un fenómeno muy interesante. Síganla con atención.

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