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Por Marina Aizen

Ayer, empresas del tamaño de McDonald’s, Nestlé y Unilever, entre otras, le pidieron al gobierno del Reino Unido que sea inflexible en la regulación para frenar el comercio de commodities que vienen de lugares donde hubo deforestación. El primer Ministro británico Boris Johnson está pensando una ley para impedir el ingreso de los productos de zonas ilegalmente desmontadas, una enunciación que parece muy loable pero que está llena de agujeros. ¿Desmontada desde cuándo? ¿Qué es ilegal? El diablo, como siempre, está en la letra chica.

Las grandes compañías podrían ocuparse ellas mismas de limpiar sus cadenas de proveedores, así que prefieren hacer greenwashing con el Gobierno británico, antes de ponerse manos a la obra. Te sorprendería saber cuántos productos van a parar a la mesa, los roperos y hasta los autos de los británicos, y europeos en general, que fueron producidos en zonas donde el monte, sus animales y su gente, fueron corridos con topadoras y llamas.

Hace unos días, la organización Earthsight publicó una investigación impresionante que da cuenta de cómo la industria de autos europeos de lujo se beneficia de la deforestación en Paraguay, el país que ostenta el dudoso honor de ser el más desmontado de la tierra. ¿Cómo? Simple. Paraguay tiene un monte muy seco, así que en vez de soja, se dedicó a arrasar todo para poner vacas. Donde hay bifes, hay cuero. Ese cuero se procesa primariamente en el país, pero luego se curte de manera muy fina en Italia y va a parar a los asientos de los BMW, Jaguares y Ferraris, entre otros. Lujo y prestigio.

Ese lujo, sin embargo, debería dar asco en vez de brillo. La piel de esas desgraciadas vacas viene de territorios de indígenas no contactados, que están siendo carcomidas por rancheros inescrupulosos con aval o complacencia del Estado. Y el Estado, en Paraguay, es sinónimo del poder político y económico. No hay distinción entre los señores que entran con las topadoras a lugares que deberían ser prístinos con el poder que debería controlarlo.

Lo mismo pasa en las provincias argentinas, que han sido asaltadas por el desmonte aún en pandemia, lo que debería alarmar al Gobierno nacional, que simplemente calla al respecto. Ni una condena de un funcionario. En todos los territorios devastados hay señores del mismo color político que en Buenos Aires. Son viejos amigos. En cambio, de lo que se habla es de modificar la Ley de Bosques bajo el espejismo de eliminar las famosas zonas verdes. No nos engañen, por favor: los desmontes ocurren en zonas rojas y amarillas. Nos están vendiendo espejitos de colores, disfrazada de corrección política. Lo menos.

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