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POR PILAR ASSEFH

Añelo, en la provincia de Neuquén, es una ciudad chica, de casas bajas y mucho viento. Podría ser una más de las tantas que habitan la Patagonia Argentina, pero tiene una particularidad: es la localidad cabecera de la formación de petróleo y gas no convencional (o shale) Vaca Muerta.

Cuando visité Añelo, hace casi tres años, todo era silencio, estepa y polvo. Era domingo, en el horario de la siesta, y nada parecía moverse. Lo que destacaba era el gran casino, la comisaría a medio construir, un supermercado La Anónima en similar situación y la sala de atención médica. Sí, en la “capital” de lo que se supone es la gran promesa energética de la Argentina, había casino, pero no hospital. Todo un símbolo de lo que es Añelo.

También simbólico es que la ruta que conectaba a la ciudad con el resto del país era de tierra, contaba con un solo un carril en cada dirección y estaba mal iluminada. Por allí transitaban los camiones, yendo y viniendo de los yacimientos.

Lo que sobraba en ese camino, además de los pozos, eran los carteles que anunciaban “Aquí crece un sueño”. Pero, queda en evidencia para cualquiera que haya caminado por las calles de esta ciudad, la riqueza de Vaca Muerta no derrama en su población más cercana, mucho menos en el resto de los argentinos. Así, Añelo no es otra cosa que un retrato de la desigualdad que genera el extractivismo.

En más de una ocasión, empresarios del sector hidrocarburífero me han hablado de cómo crecería Añelo, de cómo ellos mismos apostarían a su desarrollo. Sin ir más lejos, YPF hizo conocer un “plan de acción” para que este fuera “sustentable”. Pero, aquí el dato: Añelo no solo es la punta de lanza de Vaca Muerta, cuya historia productiva comienza en 2013, sino que también está ubicada cerca de Loma Campana y Loma La Lata, quizá los yacimientos convencionales más importantes de la zona. Y estos están siendo explotados desde hace décadas. Añelo aún espera por el derrame de toda esa riqueza. 

¿Creció Añelo? Sí, creció. De los poco más de 2500 habitantes que contó el Censo 2010, en menos de una década pasó a más de 8000. Se inauguró la comisaría, se abrió el supermercado, finalmente llegó el hospital, se asentaron hoteles, se hicieron algunos desarrollos inmobiliarios. ¿Pero, se desarrolló? Esa es otra historia.

Un ejemplo concreto: en enero de este año, los vecinos tuvieron que cortar la ruta durante días en reclamo por la falta de agua. ¿Dónde está ese “sueño que crece”? ¿Cómo podría Vaca Muerta salvar económicamente a la Argentina toda si, tras años de actividad, no puede garantizar agua segura a sus pobladores más cercanos?

No podemos dejar de mencionar aquí que la fractura hidráulica (o fracking), técnica que se usa para extraer el petróleo y gas no convencional en Vaca Muerta, es muy intensiva en el uso de agua, ni tampoco los millones de dólares en subsidios que el Estado (por ende, todos nosotros) hemos aportado a este proyecto.

El agua hace falta hace muchos años, y la verdad es que ya no da para más: hace una semana que estamos sin agua y no se puede vivir así (…) Sabemos que Añelo, como la capital del yacimiento de reservorios de Vaca Muerta, está generando riqueza que no nos representa mejoras a nivel de infraestructura, para mejorar la calidad de vida de los habitantes de Añelo, con obras postergadas en el tiempo y con promesas incumplidas.

Vecino de Añelo, en declaraciones a LU5 (enero 2021).

Algo similar se está viendo en estos días, en que los empleados autoconvocados del sistema de salud neuquino (no representados por la Asociación de Trabajadores del Estado) están cortando las rutas en reclamo de salarios dignos. Llevan siete días en las calles, siete días levantando la voz, siete días sin respuestas. Como por supuesto no pueden parar los hospitales, paran la circulación. Parece que impedir la llegada de los camiones a Vaca Muerta es la única herramienta que tienen para ser escuchados.

La población local apoya el reclamo. Muchos no están de acuerdo con el método, pero muchos otros se han unido a ellos en las rutas, en un intento por amplificar su voz.

Y aquí el dato que, en general, se omite en los medios al hablar de este conflicto: en 2020, la pandemia de Covid-19 llevó al sistema sanitario de Neuquén al colapso. Hubo personas con oxígeno sentadas en las guardias durante horas, quizá días; personas que murieron en sus hogares porque no había camas en los hospitales para recibirlos; personas a las que debieron sacarles los respiradores para dárselos a otras más jóvenes. Los médicos y enfermeros que hoy cortan las rutas de la provincias son quienes hicieron frente a esa situación, sobrecargados laboralmente porque había falta de personal. Se presentaron amparos advirtiendo sobre la saturación del servicio. No hubo respuesta. No hubo respuesta y lo que siguió fueron renuncias masivas. Por ende, la situación hoy es aún peor.

En este contexto, y con salarios que ya venían atrasados, los médicos y enfermeros recibieron el mismo aumento que se dio al resto de la administración pública, que no llega ni a empatar a la inflación y no responde al reclamo puntual por la situación sanitaria que viene desde hace meses. Y así, el reclamo sigue. Y los manifestantes empiezan a ser demonizados por el Gobierno, algunos medios y empresarios, que operan sobre las falsas expectativas de Vaca Muerta, con realidad aumentada, mintiendo, extrapolando y volviendo a los locales en un enemigo interno, cuando son las víctimas. Y el silencio del gobernador de la provincia, Omar Gutiérrez, se hace más y más sonoro.

Hoy, todo Neuquén espera: la producción en Vaca Muerta, a ser reactivada; los camiones, inmóviles en las rutas, a que se les habilite el paso (si bien Pablo Moyano, secretario Adjunto del Sindicato de Camioneros, apoyó públicamente el reclamo de los sanitarios, se produjeron conflictos); los sanitarios autoconvocados, una respuesta acorde a sus necesidades y a los desafíos que la segunda ola de Covid-19 ya impone sobre todos nosotros; y Añelo, su turno para el desarrollo.

¿Este es el sueño que crece?

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